DON JOSE LORA NO PLANEA RETIRARSE DE LA SINFONICA

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De todos los miembros de la Orquesta Sinfónica Nacional, don José Lora es un personaje querido y respetado por todos sus compañeros. A sus 85 años, no tiene en sus planes abandonar su carrera musical, a pesar de que lleva en la orquesta 64 años. Escuchar a este violinista su carga de anécdotas, con el buen humor que imprime a cada relato, se convierte en una experiencia más que agradable.
Entrevistado por este diario, el veterano violinista rememoró el inicio de su relación con este arte cuando era apenas un niño y presenciaba las clases que se impartían en la escuela de música que tenía su padre, el maestro Luis Lora, en Puerto Plata. “Me aprendía todas las lecciones de solfeo”, confiesa y que es en ese momento, a la edad de seis o siete años, que inicia sus estudios formales.

La OSN fue fundada en 1942 y ya al año siguiente don José Lora formaba parte de ella. Desde entonces ha sido parte de la historia de esta institución musical, a la que confiesa querer como la misma orquesta lo quiere a él, y a pesar de que pudiera estar sentado en su casa desde hace tiempo, prefiere seguir entregado al arte con el que ha vivido toda su vida.

“Mientras yo pueda, estaré aquí”, es lo que dice al cuestionársele si ha pensado en dejar su atril en la OSN.

La historia viva de la Sinfónica
El próximo 25 de diciembre don José Lora cumplirá 86 años y por su cabeza no se asoma la palabra retiro. Con 64 años en la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), quiere un mejor futuro para la institución a la que ha dedicado toda su vida.

Con Lora damos siguimiento a la serie de entrevistas a los miembros del más alto grupo musical del país presentando a este artista del violín quien ha sido testigo vivencial de toda la historia de esta institución cultural.

Hoy, Lora expresa su felicidad por el lugar que ocupa en el alma de la OSN, así como el trato que día a día le dispensan los demás miembros de la orquesta. Para los caballeros es el abuelo o el papá. No así para las damas. “La mayoría me dicen mi novio”, dice entre risas.

Su relación con la música fue inevitable. Su padre fue el maestro Luís Lora, quien tenía en Puerto Plata una escuela y una orquesta.

La influencia musical de este personaje en el ámbito nacional le llevo a ser nombrado miembro honorario de la OSN, sin haber venido a Santo Domingo.

Siendo un niño y rondando por la escuela de su padre, que era trompetista y chelista, aprenderá de memoria solfeo de la eslava y a los siete años inicia sus estudios musicales. Al su padre percatarse de que el pequeño tenía aptitud para la música decide educarle en serio.

Es así como inicia su aprendizaje con el profesor Zeller y más luego con el legendario violinista dominicano Gabriel del Orbe y de quien dice no era buen profesor. “Aprendí con del Orbe, oyéndolo. Iba a mi casa y se sentaba horas enteras a tocar violin y yo cogiendo punta”, dice al hablar de quien fuera su amigo.

Lora entraría formalmente a la orquesta en 1944. Recordó el día en que vino desde Puerto Plata, su ciudad natal, el año anterior a audicionar. Hizo referencia a que se puso a practicar con el violín mientras esperaba para ser examinado.

Mientras tocaba, sintió la presencia de alguien que le observaba detrás suyo. “Usted no tiene que examinarse, venga esta tarde al ensayo”, le dijo el señor que le habÓa estado escuchando tocar, que no era otro que el maestro español Enrique Casal Chapí, el entonces director de la orquesta.

A partir de ese momento inicia una relación que no ha terminado y que por el momento, Lora no quiere poner fin. “He tenido unas experiencias bonitas, otras no tanto”, comenta.

Una de las tantas cosas buenas que le han pasado sucedió hace seis años, durante la primera presentación de Plácido Domingo en el Teatro Nacional Eduardo Brito.

El violinista de Puerto Plata narra como, en lugar de llevarse al concertino, como es costumbre que haga el solista o el director, el afamado tenor español fue donde Lora, que estaba en el último atril y se lo llevó.

El artista del violín fue asistente de concertino, cuando Jacinto Gimbernard ocupaba este cargo. “Cuando él (Gimbernard) se fue para Alemania me quedé como concertino cinco años”, comenta.

Por esas y otras cosas buenas que vive a diario en este grupo de músicos es que clama por que le den el valor que tiene y que comprendan que la orquesta es un orgullo para el país.

Al igual que otros integrantes de la institución musical que se quejan de no tener un salón de ensayos, Lora dice lo suyo. “La Orquesta Sinfónica no tiene domicilio”, expresa al tiempo que califica esto como algo lamentable, triste y una desconsideración.

Pero él se siente satisfecho con su labor y con la carrera que ha llevado ya que es querido y respetado por sus colegas. “Me siento bien, porque yo quiero a todo el mundo y todo el mundo me quiere a mí”, dice. Un hecho que viene a recalcar ese respeto es que su nombre está en uno de los bancos que están en los jardines de la Plaza de la Cultura y en los que se reconoce a grandes artistas dominicanos como Rafael Solano, Carlos Piantini y Bienvenido Bustamante.

Lora recuerda que en la inauguración de ese espacio, el actual secretario de Cultura, José Rafael Lantigua, quiso presentarlo personalmente. Único en el país:

La relación con los instrumentos de cuerda no se quedan en la ejecución de obras musicales.

Don José Lora es luthier, es decir reparador de instrumentos de cuerda frotada, como violines, violas, violonchelos, contrabajos y violas da gamba así como también guitarras.

Lora asegura ser el único que realiza este oficio en el país y que desde Haití y Puerto Rico ha recibido instrumentos para ser reparados.

ANÉCDOTAS
Con tantos años en la Orquesta Sinfónica Nacional y relacionandose con todos los músicos importantes del siglo pasado, la conversación con don José Lora está cargada de anécdotas que él con su simpatía y buen humor narra para deleite del que le escucha.

Una de esas es cuando el tenor español Plácido Domingo se le acercó y le dijo: “Quiero hacerle una pregunta. ¿Es verdad que usted tiene aquí 60 años en la OSN?”, a lo que contestó: “Si y 20 años yendo al Metropolitan a oirlo a usted cantar”.

En esa misma visita de Domingo, su director, Eugene Cohn le comentó al maestro Julio de Windt que Lora era el mejor de todos los músicos. De Windt entonces le pregunta a Cohn que como lo sabía a lo que contestó: “Lo estoy viendo como toca”. Lora recordó cuando vino a la Capital y fue a connocer a Carlos Piantini, tres años menor que él, en su casa de la calle 16 de agosto.

Esa tarde tocaron La heroíca de Beethoven y Lora recuerda que a pesar de que Piantini, que tendría unos 13 o 14 años y que aun usaba pantalones cortos, ya “sabia tirarse para la calle y enamorarse”. Refiere también que contrario a los gobernantes que vinieron después, a Trujillo le gustaba asistir a los conciertos sinfónicos.

Lora menciona como ejemplo, la ocasión en que el violinista y director de orquesta de origen ruso Yehudi Menuhin, ofreció un recital en el desaparecido Teatro Olimpia, que estaba en la calle Palo Hincado, y sentado, como uno más, vio al tirano.

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