Al comenzar, “Marley & Me” da la impresión de ser otra de las tantas comedias románticas que se despachan en Hollywood, de las ciales, tan abundantes, han surgido algunas muy buenas, otras no tanto, muchas detestables.
Pero esa impresión, esa entrada de John y Jennifer Grogan que se mudan a Miami, ella escribe una columna, él quiere ser reportero y consigue el trabajo, pero lo que le ponen a hacer carece de importancia, hasta que el mismo director le sugiere que escriba una columna.

Entonces John escubre que lo puede hacer y muy bien, pero vive con el sueño latente de querer ser reportero, y mientras tienen primero un perro, John siguiendo los consejos de su amigo Sebastián, y ese perro es Marley.

Observamos la vida de ellos, el amor que se tienen, los hijos que van apareciendo, y mientras Marley haciendo de las suyas, porque no hay manera de hacerle obedecer, destruye, rompe, desordena, esa es la historia básica.

Y eso es una comedia romántica. Pero una comedia con un perro peculiar. Y una comedia con John, Jennifer, Marley, y sus tres niños. Y es entonces cuando encontramos la diferencia.

Porque, aunque tiene mucho de comedia, ofrece situaciones como para reírse un buen rato, y la presencia del amor es continua, lo que nos muestra de fondo pero de manera esencial el film es la idea de la convivencia en un matrimonio, la idea de que casarse no significa simple y sencillamente tener él a una mujer y ella a un hombre, que ambos ganen mucho dinero o una de ellos mucho para ambos, sino la de convivir, que es algo mucho más profundo y significativo.

Porque cuando Jennifer se siente agotada, frustrada, furiosa por tener que atender a los tres niños, la casa y, encima, las travesuras de Marley, reacciona con dureza y le dice a John que tiene que sacarlo de la casa, llevarlo a una granja, regalarlo, lo que sea. Pero luego vuelve por sus fueros y expresa que sacar a un perro de casa no es una solución sino enfrentar los trabajos y la vida, y que eso se consigue con y a través de la mutua comprensión.

El filme ganaría en intensidad tal vez con unos diez minutos menos, pero, de todos modos, ayudan mucho las buenas interpretaciones de Jennifer Aniston, hermosa como nunca, expresiva y elocuente como Jennifer, y la de Owen Wilson, no tanto pero sí muy bien como John.