Dicen que el perro es el mejor amigo del hombre, pero en el momento de escoger una mascota no solo estos figuran como los favoritos. Los más pequeños de la casa resultan ser los más entusiasmados con la idea de adquirir un animalito para estar en la casa, pero como la niña poco convencional que siempre fui, nunca aspiré a tener un perro o un gato, pues estaba tan encantada con “Bugs Bunny” que soñaba con ser la propietaria de un lindo conejito.

Rogué por ese conejo más de lo que puedo contar.

Una vez olvidada la idea, un conejito blanco llegó a casa de mi abuela; al principio brinqué de felicidad, pero cuando vi sus ojos rojos y su actitud indescifrable mi entusiasmo se convirtió en miedo y ya no lo quise ni cerca.

Para aumentar mi aversión mi abuela fue adquiriendo más y más animalitos entre los que se cuenta una pareja de pavos, otra de patos, cinco gallinas y un perro.

La casa era un reperpero confuso de graznidos, cacareos y ladridos, una completa locura que aparte de todo también le aportaban sucio y malos olores al lugar.

Después de eso era dfícil quedar con deseos de tener una mascota.

Con el tiempo llego una dulce perrita a cambiar mis pensamientos y a hacerme comprender lo importante que pueden llegar a ser tenerlos como parte de la familia.

Todo el que llega a tener una mascota comprende perfectamente el sentimiento, y es que aunque no tengan raciocinio muchas veces llegan a comprendernos mejor que cualquier humano.