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Don Alberto Cortez, qué suerte has tenido de nacer

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A don Alberto Cortez se le vive, se le disfruta, se le palpa en las honduras del alma, nadie que esté delante de él y escuche la grandeza de su canto puede permanecer indiferente.

Su concierto la noche del viernes en el Teatro Nacional, sublimado por la orquesta Filarmónica de Santo Domingo, que dirige el excelente Amaury Sánchez, reunió a gente de tres generaciones.

“Fue como la primera vez que lo vi en este mismo escenario al principio de los 80, aquella vez, como ahora, sentí dentro de mi el aleteo de su poesía pura, infinita”, dijo Tony Raful, ex ministro de Cultura.

Para Zoila Puello y el ex general Zorilla Ozuna, el concierto “Alberto Cortez Sinfónico” fue una nueva oportunidad para dar “gracias a la vida”, pero sobre todo, para sentir esa vida y agradecerla a conciencia plena al Creador.

“Uno siente la grandeza de la vida, cuando disfruta del estilo único y vital, que es el hombre Alberto Cortez, que como artista parece que se reinventa en cada presentación”, dijo Zoila, el “Espíritu”, como le llamamos sus íntimos.

El Teatro Nacional tal vez no lució en la noche sus mejores galas, ni estuvieron los funcionarios y las damas más escopetadas en los primeros asientos, pero de sus muros, testigos mudos de casi todos los conciertos de Cortez en el país, rezumaban otra vez el nectar de vida que siempre saborean en sus canciones los seguidores del artista.

De nuevo un público de actores sociales muy diversos, escritores, poetas, académicos, periodistas, intelectuales, cineastas, músicos, actores, profesionales de distintas ramas y políticos de todas las ideologías y tendencias, se reecontraron con el cantautor de “Que suerte he tenido de nacer”, con sus viejos amigos y con ellos mismos.

Con pasos arrastrados, como el propio artista, que ya cumplió los 70, el gran público tatareaba, con alegría y tristeza, la canción “La vejez”, pero los años, por muchos que fueran, no podían impedir que se desataran los recuerdos de los “rincones del alma”.

El repertorio de más de 35 canciones, acortó todas las “distancias”, y en un momento el publico, como fundido en una sola edad, daba “gracias a la vida”, y en sus rostros se veía que “esa misma vida”, en realidad, es la que “da la risa y también el llanto”.

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