La actriz, cuya encarnación de una atormentada bailarina de ballet fue destacada como lo mejor del filme inaugural, volvió a demostrar que su plumaje es el de las grandes estrellas de Hollywood y no eligió para su aparición ni el negro ni el blanco de los cisnes de Tchaikovsky, sino el rojo escotado con pedrería rematado con el pelo recogido en dos caracoles sobre la nuca.

Junto a la elegancia de la pequeña pero deslumbrante Portman, el cineasta neoyorquino Darren Aronofsky, que había llamó la atención en la rueda de prensa con sus gafas ahumadas, la podría haber llamado aún más sobre la alfombra roja si hubiera aparecido con su compañera sentimental, Rachel Weisz. Y completando el trío de ases, el actor francés Vincent Cassel, que también renunció a su célebre pareja, Monica Bellucci.

“Black Swan”
El melodrama psicológico, protagonizado por Natalie Portman, transcurre en el mundo del ballet en la ciudad de Nueva York.

La actriz encarna a una bailarina perfeccionista decidida a obtener el papel de primera bailarina tras el retiro de quien fue su estrella por años. Vive sofocada por su madre sobreprotectora -interpretada por Barbara Hershey- una ex bailarina que en una de muchas dicotomías del filme podría bien actuar preocupada por el bienestar de su hija o celosa de su éxito. Portman, quien bailó cuando era niña, comenzó a entrenarse un año antes de la filmación.

“Seis meses antes del rodaje, me sometí a una especie de hiperentrenamiento en el que cinco horas al día hacía tanto ballet como natación y un entrenamiento pesado”, dijo Portman. “Unos meses antes comenzamos a trabajar en la coreografía. Fue muy extremo”.

“Black Swan” se estrenó en la pantalla grande del ostentoso casino del Lido, la primera cinta en una rara noche inaugural.