"SANTICLO",CINE DOMINICANO SIGUE EXPONIENDO LOS PROBLEMAS SOCIALES

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“Santicló” es la última película dominicana que llega a los cines este año, cerrando un 2008 prolífico en realizaciones de los más variados géneros. La presente se empeña en reflejar los problemas sociales que viven los que tienen menos en nuestro país, siguiendo una línea que se ha convertido en constante dentro de nuestra filmografía.
De esta manera, la historia de Nicolás, interpretado con acierto por Aquiles Correa, tiene los mismos problemas económicos que el Bruno de “Ladrones a domicilio”, el Balbuena de “Nuebayol” (ambas de Ángel Muñiz); el Genaro de “Sanky Panky” (de Pinky); el grupo de polizones de “Un pasaje de ida” (de Agliberto Meléndez) o los ilegales de “Viajeros” (Carlos Bidó).

En esta ocasión, volvemos a ver reflejados en la pantalla problemas comunes que sufre la clase pobre del país: desempleo, la falta de oportunidades, problemas de la educación, los apagones y la delincuencia. La cinta narra la vida de Nicolás, que irá de mal en peor al ser despedido de su trabajo en la pollera donde labora y como si fuera poco, Natalia (Jane Santos), su compañera, le abandona (hasta que las cosas mejoren) y se va a vivir a casa de su hermano, llevándose a Emely (María José Pintor), a quien Nicolás quiere como si fuera su verdadera hija.

Es cuando entra en escena Antonio, un inmejorable Manolo Ozuna, quien le convertirá en “Santicló”. Con un ritmo agil, la historia navega sin complejos planteamientos argumentales y presenta una obra sin otra pretensión que entretener al espectador.

Al mismo tiempo, Correa encarna un personaje que conservará su buen corazón, a pesar de los golpes que le da la vida. El comediante, que se ha hecho un sitio en la televisión y la radio locales gracias a su particular forma de ser, pasa la prueba de su primer papel protagónico luego de hacerlo de reparto en “Sanky Panky”.

El ya clásico reproche que se hace al cine de usar figuras de la televisión resulta aquí en un beneficio, ya que en “Santicló”, Correa, Ozuna, Rafael Alduey y otros, ofrecen una caracterización natural dando vida a personajes que conectan con el público.

El filme abre con un plano secuencia de casi cinco minutos en el que Pinky parece seguir los pasos de realizadores como Orson Welles, Robert Altman y Brian de Palma, que han hecho lo mismo en “Touch Of Evil” (1958), “The Player” (1992) y “Snake Eyes”, (1998), respectivamente.

Estilistícamente la cinta sigue la línea de estos planos sin cortes, pero no tan largos como en la que es introducido el personaje principal y el barrio en el que vive. Pachy Carrasco vuelve a ser el músicalizador de un proyecto de Pintor, quien desde “Sanky Panky” da mucha importancia a las melodías que complementan las imágenes en movimiento.

Algunos de esos momentos musicales se alargan demasiado en una historia que se mueve a ritmo de salsa, bolero, rap y la balada pop de Wason Brazobán “Regálame tu dolor”.

Probablemente por problemas técnicos, el filme se nota opaco, oscuro y granulada y con un color lejos del que nos tiene acostumbrado el director de fotografía Elías Acosta, quien realizó las coloridas imágenes de “Sanky Panky”.

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