WOODY ALLEN, HONOR EN EL CINE Y LA MUSICA

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Woody Allen no quiere homenajes: “Cuando me muera pueden tirar todas mis cintas por el retrete”. El genial director no quiere saber nada con que bauticen calles o plazas con su nombre. Además, asegura que el público no es exigente y que una película puede triunfar sin ser buena.
Woody Allen recibió ayer la Espiga de Honor de la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), cuyo patronato decidió hace unas semanas aprovechar su visita para rendirle homenaje.

A pesar de haber considerado en alguna ocasión que los premios no sirven para mucho -en 1977 decidió no asistir a la gala de los Oscarel cineasta ha recibido la condecoración de manos del alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva, con un “gran honor”, al considerar que es un festival europeo “de categoría”.

Antes, Allen (Nueva York, 1935), ataviado con sus características gafas negras de pasta, camisa azul y pantalones de pana, desenfundó su clarinete para acompañar al resto de la banda en el escenario del teatro vallisoletano.

Alrededor de 1.000 personas presenciaron el recital, protagonizado por diferentes piezas versionadas de jazz clásico, por el que el hasta hoy cuatro veces ganador de un Oscar empezó a sentirse atraído en su más temprana adolescencia, cuando la música, el cine, el deporte y el humor encabezaban sus aficiones.

Con una evidente compenetración y afinidad musical y personal con el resto de la orquesta, el director de filmes como La rosa púrpura de El Cairo (1985) y la oscarizada Annie Hall (1977), absorto por el sonido, ha acompañado su toque del instrumento de viento con ligeros contoneos de sus pies al compás de una música que abarca desfiles y canciones populares.

La luz, unas veces clara y otras más íntima y mimetizada con la melodía, ha permitido a los asistentes trasladarse durante cerca de dos horas a la Luisiana más profunda, como si de un local de principios del siglo XX se tratase, cuando empezó a desarrollarse el jazz en la comunidad afroamericana de esa zona de Estados Unidos.

El también actor, guionista y escritor y Premio Príncipe de Asturias de las Artes se alió con la New Orleans Jazz Band en 1972, con la que empezó a ofrecer recitales en el desaparecido Michael’s Pub de Manhattan, para pasar después al Hotel Carlyle de la misma ciudad, que todavía sirve de escenario habitual de sus conciertos.

Fue en 1996 cuando Allen y el resto del equipo musical visitaron por primera vez un escenario español, poco antes de que Venecia sirviera de escenario nupcial para el cineasta y Soon- Yi, la hija adoptiva de la que fuera su pareja sentimental durante doce años, la actriz Mia Farrow.

Como ya reflejó en su película Días de radio (1987), en la que retrataba su infancia a través de la música jazz, ahora, Allen Stewart, como en verdad se llama, continúa usando su clarinete para desnudar su madurez por todo el mundo, especialmente en Europa, donde siempre ha alcanzado más popularidad que en su propio país.

No obstante, entre sus próximos proyectos cinematográficos se encuentra el dirigir una película sobre alguna figura del jazz, como Louis Amstrong.

La gira de esta banda de jazz por España continuará este martes en Granada y después seguirá por Murcia, Palma de Mallorca y Pamplona, entre otras ciudades.

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