HISTORIA EXCELENTE LLEVADA A LA PANTALLA GRANDE

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Desde el primer momento en que comenzamos a escuchar pormenores sobre la historia que cuenta “The Curious case of Benjamin Button” la curiosidad nos invadió: si se trata de la historia de un hombre cuya vida discurre al revés del común de las personas, o sea, que en lugar de nacer, crecer, envejecer y morir lo que hace es ser viejo e ir rejuveneciéndose gradualmente hasta desaparecer, o sea, hasta morir, ¿cómo se iban a hacer para llevar esa historia a las imágenes sin crear un verdadero despropósito?

No deseamos revelar a ustedes detalles importantes de la trama de este film de David Fincher, pero sí podemos decirles que la solución que encontraron no solamente nos satisfizo sino que, además, nos dejó impresionados por su elegancia y belleza: el final de este film es uno de los más hermosos que hemos visto en años.

Porque la vida de Benjamin Button, tal y como la vemos en el film, aunque sabemos que ese relato parte de un cuento corto de Scott Fitzgerald, no nos parece que haya sido tomada punto por punto del escritor. De un cuento corto puede salir la idea, la inspiración para una película, pero no los pormenores precisos que se presentan en nada menos que dos horas y cuarenta y seis minutos, con la cual nos parece que el mérito de la intensidad, belleza y gran calidad del film se debe, en su mayor parte, a la historia que crearon Eric Roth y Robin Swicord inspirados en el tal cuento, y al guión que luego escribiera Roth.

La dirección
Y, por supuesto, a la mano diestra e impecable en este caso del realizador, David Fincher.

Porque está claro que para cubrir esos más de ochenta años en la historia de un hombre pasando por una serie intensa y apasionante y detalles que involucran ligeros toques de la primera guerra mundial, de la segunda, de la vida en New Orleans hasta alcanzar el huracán Katrina que devastó la ciudad, pasando, como es natural, por la saga de tantos años de ese Benjamin cuya madre muere para darle vida, sólo para que entonces el desolado padre, ante el impacto de la muerte de la esposa y la visión horripilante del recién nacido, se deshaga de él para que el anciano recién nacido crezca en un asilo de ancianos, un lugar que es, precisamente, el más apropiado para acogerle, y que partiendo de ese instante cuando es recogido y amparado por Queenie vaya creciendo y “desenvejeciendo”, para que entonces y sólo entonces se inicié ese recorrido de vueltas y revueltas en su vida, en la vida de Daisy, en la vida de la misma Queeney, de Thomas Button, el padre que le había arrojado de su lado, del Sr. Gateau, el inventor del reloj de la plaza que marcaba las horas al revés, creado así por su inventor en 1919 con la idea de que, tal vez de esa manera, los muertos en la guerra, su hijo incluido, pudieran volver a vivir, volver con ellos en lugar de yacer destrozados en los campos de Francia.

La historia
Porque esta es una historia de encuentros y desencuentros, de vidas que se cruzan y se alejan, de detalles que son los responsables de todo lo que sucede, como ejemplifica a perfección Fincher con la secuencia del accidente de Daisy, toda una sucesión de pequeños, minúsculos datos que fueron los responsables de que ella fuera atropellada y que, por ende, su carrera como bailarina de ballet se fuera al traste, para que, precisamente por ello, ella volviera a los brazos de Benjamin, cosa que no hubiera sucedido de seguir ella su estela de brillantes éxitos.

Está envuelta en una admirable labor fotográfica.

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