El cantante argentino Sandro vivirá para siempre

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El vino, las mujeres, la parranda y el amor son cosas que en la vida recompensan el dolor. Debemos sonreír, morirnos por vivir porque al final de qué vale sufrir. Yo le aposté a la vida que jamás he de llorar y a veces le hice trampas para poder ganar, pues yo no sé perder, nací para triunfar. Aquí ya ves: yo estoy y río igual.
Si aveces una pena desgarró mi corazón seguí siempre adelante sin prestar mucha atención.

Al viento yo me alié y la pena se fue porque el dolor siempre mi amigo fue.

Jamás se cumplirán aquellas cosas que soñé, pues en mi largo viaje tantos sueños olvidé. Mas tanto recogí y ya tanto viví que pienso hoy que yo nada perdí.

¡Hey! Al final la vida sigue igual...

¡Eternamente ídolo!
Sandro también expuso en los escenarios dominicanos sus canciones y dejó a miles de mujeres suspirando. “Él vino a República Dominicana cuatro veces conmigo” (1972, 1974, 1976 y 1977), recordó ayer el empresario César Suárez.

“Era un tipo bien chévere, chistoso, le gustaba el humor, a todo le sacaba punta y era aficionado a jugar black-jack”, afirmó Suárez.

“Eso sí, fumaba mucho, es de los pocos artistas que he visto fumando justo antes del show”, indicó el empresario.

A los 64 años sufrió las consecuencias fatales de su vicio. que él mismo reconoció antes de morir el lunes en Argentina: “Yo soy el culpable de las condiciones en las que estoy. Yo me lo merezco, yo me lo busqué. Yo agarré ese maldito cigarrillo”.

La despedida
“Una muchacha y una guitarra, para poder cantar”, entonan desafinadas un grupo de “nenas” que aguardan pacientemente en una extensa fila el ingreso al Congreso argentino (en Buenos Aires) para despedir a su eterno ídolo. La fila de gente le daba la vuelta a seis cuadras.

Las “nenas”, como Sandro llamaba a sus fanáticas, la mayoría de más de 50 años, no dejaban de cantar las piezas más populares de “El Gitano”, pero a medida que se acercaban lentamente al sitio del velatorio algunas bajaban el tono, otras ya no aguantaban el llanto y todas apretaban las flores que dejaban junto al féretro que contenía los restos de su ídolo.

Los seguidores de “El Gitano” desfilaban sin cesar ante el ataúd entre llantos desgarradores y quejas airadas porque no tenían posibilidades de detenerse y sólo tenían unos segundos para dejar flores a un costado. Es un adiós que ahora da paso al “mito”.

LA VIDA DEL GITANO ARGENTINO

ORÍGENES: Roberto Sánchez nació el 19 de agosto de 1945, en Buenos Aires. Cuando era niño le encantaba imitar a su gran admirador, al Rey del Rock, Elvis Presley.

DATOS: Sandro grabó 52 discos de los que vendió 8 millones de copias y actuó en 16 películas. En 1967 ganó el más importante festival argentino de la voz con el tema “Quiero llenarme de ti”.

ESCENARIOS: En 1970 cantó en el Madison Square Garden, en Nueva York. Los policías no lo conocían, pero igual debieron protegerlo del amor incontenible de las mujeres.

CLAVE: Su éxito se debió a la entrega total en el escenario, pero también a su humildad, simpatía y al mito que generó sobre su vida sentimental privada.

CANCIONES: Las canciones más exitosas fueron “Así”, “Como lo hice yo”, “Quiero llenarme de ti” y “Rosa, Rosa”, “Penumbras, “Yo te amo” y “La vida sigue igual”.

"Jamás hablo de mis mujeres"
Su historia sentimental la manejó con mucho cuidado. “Para mí, una mujer es una dama. No importa si se trata de la prostituta de acá a la vuelta o de la Madre Teresa. Por eso jamás hablo de mis mujeres”.

Como pocos, Sandro guardó la mayor de las coherencias entre lo dicho y lo actuado. Mucho antes de esta era de cantantes y símbolos sexuales de laboratorio, el cantante supo fabricar un seductor mitológico sin la ayuda de manuales. Intuyó cuánta seducción había en el misterio. En el misterio combinado con la frase sensual, lanzada a la masa con tono personal: a “sus nenas”.

Con voz paternalista o con voz de hombre desamparado, él supo, hasta el final, cómo hechizar desde el escenario: cantar en bata, mover la pelvis, temblar con todo el cuerpo. Y esconderse, después, detrás de los muros de su casa de Banfield: del silencio o de las ambigüedades.

“Si no fuera por las mujeres, no sería nadie”, declaró con honestidad brutal el día en que cumplió 47 años. Y recordó una entrevista que le habían hecho en una radio norteamericana, cuando conquistó el Madison Square Garden de Nueva York: “El locutor le preguntó a una de las oyentes por qué le gustaba tanto Sandro -dijo-. La mujer respondió: Le gusta a mi madre, me gusta a mí y le gusta a mi hija. Sandro, además de un hombre atractivo, es como una religión, una tradición, una costumbre”.

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