Y es que luego de apenas una docena de canciones, el artista español desapareció del escenario para no regresar, dejando a una audiencia que había pagado entradas de hasta cinco mil pesos, pensando que el espectáculo no había terminado.

Según se supo minutos más tarde, Diego Ramón Jiménez Salazar, verdadero nombre del cantante, no quedó satisfecho con la respuesta del público a su oferta musical, ya que entendía que estaban bebiendo y comiendo en lugar de disfrutar de sus canciones.

El disgusto y el desconcierto se apreciaba en los rostros de los presentes, muchos de los cuales expresaban su inconformidad recordando la suma de dinero que habían pagado por el concierto y otros decían que no volverían a otra presentación del intérprete.

Eso sí, a pesar de que la audiencia una vez que El Cigala dejó el escenario no pidió el acostumbrado otro, al parecer pensando que no sería necesario y que su querido artista volvería para, como había prometido en una entrevista concedida a LISTÍN DIARIO, hacer algunos temas de su más reciente disco, “Tango”, grabado en vivo en el Gran Rex de Buenos Aires.

En el poco tiempo que estuvo en escena, acompañado de una banda de cuatro músicos (piano, guitarra, contrabajo y cajón), el cantaor consiguió crear una atmósfera deliciosa moviéndose con gracia por el bolero y el flamenco, sazonado con tintes de latin jazz.

Canciones como “Inolvidable”, “Corazón loco”, “La bien pagá”, “Se me olvidó que te olvidé”, y otros pocos, fueron realizadas por el grupo y el cantante, nacido hace 41 años en Madrid, logrando poner en cada una ese ángel o duende que solo tienen los gitanos.