“La Soga” despacio, pero avazamos
0:10Avanzamos porque, para comenzar, “La Soga” (The Butcher’s son), no es un “sketch” de TV estirado hasta alcanzar la hora y media reglamentaria de un largometraje. Se trata de un “thriller”, y de un “thriller” político que tiene sus fuertes implicaciones con la realidad, ahora más que nunca.
Porque, aunque el filme se inicia con una leyenda que informa que se basa en la historia escrita por Manny Pérez en un hecho real, y muy a pesar de que no podemos constatar dicha verdad pasada, de todos modos una historia sobre un sicario a las órdenes de un general de la Policía Nacional, o sea, un criminal a quien se le dan nombres de los individuos a quienes tiene que despachar al otro mundo, es lo más aproximado a lo que vemos en los diarios nacionales casi todas las semanas.
O sea, el personaje de Manny Pérez, Luisito, apodado “La Soga”, es un criminal con licencia para matar y, aunque en una oportunidad vemos como su compañero de fechorías le reprocha por no haber matado a un criminal, ese rasgo de consideración es momentáneo y no altera el conjunto.
La historia del tal sicario es contada en dos tiempos: el tiempo presente, cuando ya trabaja activamente a las órdenes del general Colón (Juan Fernández), y los episodios de su infancia, cuando se enamora, siendo un niño de su vecina Jenny (Denise Quiñones) y ella le corresponde con un suave beso antes de partir hacia Estados Unidos y dejarle apenas el sabor de aquel beso y el recuerdo de lo que pudo haber sido, muy a pesar de su corta edad.
Ese niño es el hijo de un carnicero que le enseña el oficio, que le habla de cómo matar a un puerco, aunque el pequeño no desea que un marranito muera y lo esconde ayudado por Jenny. De todos modos, la secuencia del sacrificio de un puerco adulto le afecta, se le queda en la mente, y esas imágenes vuelven a su mente cuando ocurren asesinatos hechos por él o por otros.
La historia está bien hilvanada desde el punto de vista narrativo, la edición es hasta cierto punto certera, pero presenta dos problemas: uno de ellos es la reiteración de las imágenes de los cerdos. Naturalmente, insistimos en que se trata de imágenes que nos llevan del pasado al presente, que son simbólicas porque nos recuerdan constantemente la muerte de un ser indefenso.
Pero, como dice el refrán popular, “el tanto jo empreña”, y llega un momento en que sentimos el peso de la exageración, sobre todo porque ya no se trata de una imagen de un cerdo, sino de imágenes reiteradas del cerdo, de los cerdos, de gallinas, acompañadas por las del padre y otros detalles que, se hace evidente, llegan a sobreabundar. O sea, que hubiéramos preferido media docena del mismo cerdo y no la piara completa junto a marrano y enllaves varias veces.
Buen trabajo fotográfico y buenas interpretaciones matizan la historia, la hacen más intensa y eficiente como cine, en especial la de Manny Pérez que, aunque no es cosa de ahora, se revela como un actor capaz, sabe imprimir fuerza, tensión y carácter a su personaje.
El final, que no podemos revelar, por supuesto, usted puede asumirlo como acertado, posible, discutible o como mejor lo piense. A nosotros nos parece que un asesino no puede ser redimido con tanta facilidad, pero no es nuestra historia sino la de Manny.
REPARTO DE LA PRODUCCIÓN
La Soga (The Butcher’s son). Dirección: Josh Crook; guión: Manny Pérez; fotografía: Zeus Morand; musicalización: Evan Wilson; intérpretes: Manny Pérez, Denise Quiñones, Juan Fernández, Paúl Calderón, Hemky Madera, Alfonso Rodríguez, Joseph Lyle Talbot, Nelson Báez.
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