La segunda parte de Alvin y las ardillas

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Hace un par de años se hizo la primera parte de esta majadería: “Alvin and the chipmunks”, fue un disparate, pero qué resulta: salió barata porque sus intérpretes, gente sin nombre, salieron baratos, y poner a ardillas a moverse y hablar eso es pan comido para la gente de Hollywood. O sea, que ganaron su buen dinero.Y eso, en la destartalada Meca del Cine, no significa más que una cosa: la obligada secuela.

El problema es que si aquella tenía una historia boba pero que hizo pasar el rato y reír a unos pocos millones de niños y grandes, ahora el argumento, el guión, para el cual, como es ya costumbre, se unieron nada menos que tres “talentos”, es tan necio que da pena.

Dirán que a los niños no les importa gran cosa la historia que les cuentan. Sin embargo, con historias más coherentes e incluso de bastante profundidad esos mismos niños la pasan bomba.

Ahora, con lo que se cuenta en esta secuela, lo único que les va a quedar en el cerebro es la idea de que se tiene que ser un gaznápiro para triunfar en la vida, con estas tres ardillas machos que han triunfado como cantantes y esas tres ardillas hembras que quieren triunfar y, de buenas a primeras, todos se juntan en el mismo lugar y los buenos van a ganar porque el malo es un perfecto imbécil de tomo y lomo mientras los buenos, o sea, el sobrino tarado y el amigo estúpido son de lo más descerebrado que se pueda imaginar, pero triunfan porque las comedias de Hollywood representan, hablando en términos generales, el triunfo de la idiotez.

No nos vamos a molestar en ¡hablar de la historieta, ni de los “intérpretes”, porque no podemos perder demasiado tiempo, porque es casi lo mismo que escuchar a un político candidato hablando en período de elecciones, así que, si quieren ir y llevar a sus niños, ese es su problema, no el nuestro.

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