Una primera nominación hace varios años para la categoría "mejor sonido" bautizó a Velasco en la disputa de los Grammy, a los que llega esta vez con el álbum "Con toda el alma", con diez piezas en las que comparte voces con el ítalo-venezolano Franco De Vita, el colombiano Fonseca y artistas locales.

Haber vendido cerca de 60.000 copias en pocas horas, pese al auge de la piratería, fue, a su criterio, el primer campanazo que llamó la atención sobre "Con toda el alma", una exquisita muestra de nostálgicos y melancólicos pasillos, el género emblemático de boleros ecuatorianos.

Se trata de una "canción melancólica, de expresión del alma por excelencia", según dijo a Efe Velasco, quien reconoce que la música ecuatoriana en general tiene un "dejo melancólico fruto del mestizaje", lo que hay que asumir con "orgullo y valentía".

Aunque admite que tiene esa "herencia genética musical" de su país, no se tilda de triste: "Me considero alegre, optimista, atrevido, bromista, irrespetuoso", aunque tiene pinta de tímido.

Receloso, a sus treinta y muchos, decidió arrimarse a figuras emblemáticas de la música "sabias y talentosas" para producir "Con toda el alma" a lo largo de ocho meses de trabajo.

Con voz pausada, como moldeada por tantos años en medio de melodías, aseguró que con esos colaboradores creó una "artillería hermosa" de pasillos.

Con ellos se enfrentará "emocionado" y "con miedo" a Checo Acosta, Eva Ayllón, Ilón Chéster y Petrona Martínez, los otros nominados al Grammy en su categoría, que se decidirá en noviembre, y para quienes solo tuvo elogios.

"Pero tengo fe y tenemos posibilidades", añadió quien iba a ser economista para seguir la tradición de una familia sin músicos.

"Fue un resbalón -confesó-. La música se me atravesó, me buscó, me persiguió, me enamoró, me atenazó y no me soltó nunca más. Me agarró ya crecidito, a los 16 años, pero fue una lucha cuerpo a cuerpo hasta los 22, en que decidí que uno en la vida tiene que hacer lo que más le gusta, y esa es la única posibilidad de ser exitoso y feliz".

La música fue su compañera, pero el refugio en un momento de quiebre de su vida lo encontró en su familia.

"Agradezco muchísimo haber podido salir bien librado del cáncer de tiroides. Uno a veces se olvida de agradecer", señaló Velasco. Una cicatriz en su cuello alude a una batalla de la que salió victorioso.

Hablar de la vida ilumina sus ojos, dibuja sonrisas en un rostro que esconde su edad y que brilla aún más al mencionar a su hija Camila que, con 17 años, se debate sobre su futuro profesional entre dos aguas: la música, aunque no como intérprete, y la gastronomía.

"Ojalá pueda yo, como papá chocho que soy, apoyarla y enorgullecerme de lo que ella haga", comentó.

Velasco también dedica parte de su tiempo a su labores como Embajador de la Paz desde que en 2004 fue designado por la Plataforma Interamericana de Derechos Humanos.

"Me pregunto todos los días, ¿qué significa esto?", comentó, con humildad. El discurso de la paz ha estado presente en sus actividades: el colombiano Juanes le invitó a ser parte del concierto "Paz sin Fronteras" y se ha vinculado a procesos por la no violencia.

Tras varios años residiendo en EEUU, ahora vive en Quito y el pentagrama de su vida está dominado por interpretar los pasillos de "Con toda el alma".

Aunque más apreciado en general por las cabezas canas, el pasillo avanza también con fuerza entre jóvenes, muchos de los cuales, a tenor de las letras, suelen calificarlos como "música líquida", porque incita a las lágrimas y a anestesiar la pena con licor.

"Si de algo sirve esto que hemos logrado 'Con toda el alma' y la nominación al Grammy es, sobre todo, pasar a las nuevas generaciones esta sensación de que nuestro pasillo no es de cantina, de mala muerte, sino algo lindo, atesorable, de esas cosas que uno busca hacia atrás y que le dan fortaleza para seguir adelante", dijo Velasco.