‘La cena de los idiotas’
0:02 En el museo Thissen vimos recientemente una exposición de un pintor británico del siglo XIX, Turner de apellido. Este señor tuvo una característica que lo diferenció de todos o casi todos los pintores de su época y, nos parece, de cualquier otra: veía una pintura de algún creador de su época o de épocas pasadas y tomaba su idea, o sea, recreaba la idea central del cuadro pero utilizando su propio estilo.
Por ejemplo, si era una escena pastoral, varias personas sentadas en la hierba junto a unos árboles, un perro, una montaña a la derecha, el cielo, nubes, etc., entonces el tomaba esa idea central y la pintaba de nuevo, pero variando tal vez el número de las personas, su posición dentro del cuadro, la situación de la montaña, la luz del cielo, las nubes, etc.
Pero Turner era honesto, él sabía lo que estaba haciendo, no pretendía ser original, aunque sus cuadros gozan aún de gran aprecio.
Los de Hollywood son como Turner, con la única diferencia de que no tienen el talento que se aprecia en el pintor cuando, aun copiando temas, sabía crear composiciones originales y crear a través del uso de la luz y los colores.
“La cena de los idiotas” es un film creado en 1998 por el francés Francis Weber, quien escribió el guión y lo dirigió, y cuenta cómo un magnate organiza cenas en las cuales los invitados tienen que llevar cada uno de ellos un personaje que se disputará el dudoso honor de ser el idiota de la noche. O sea, cada uno de esos ostentosos invitados busca afanoso a algún ser que considere estúpido para que sus estupideces hagan pasar un rato “agradable” a los invitados y les permita seleccionar entonces al más “lucido” de todos.
Fue aquella una comedia que, sin ser sensacional, era agradable y bastante sutil, con un repar- to que nos hizo pasar un muy buen rato.
Ahora vienen los chicos de Hollywood y vuelven con el mismo asunto, y nos ofrecen a Paul Rudd, como el joven enamorado que quiere lucirse con su poderoso jefe en la empresa para así deslumbrar no sólo al “boss” sino a su enamorada.
Y Paul Rudd nunca ha sido un gra actor ni nada que se le parezca, y por esa razón su Tim nunca levanta vuelo. Y tenemos a un buen cómico, Steve Carrell, pero este señor siempre se ha distinguido por una comicidad que brota de su rostro adusto sin necesidad de variar demasiado su expresión.
Pero ahora, en especial en la parte final de la historia (historia que, por cierto, se alarga demasiado: casi dos horas), el pobre Carrell le hacen soltar un chaparrón de muecas que arruinan el mismo carácter de su personaje, un simple soñador ensimismado.
Zach Galifianakis, uno de los últimos “descubrimientos” de la comedia en Hollywood, tiene dos secuencias y su personaje es realmente pobre. El resto no merece comentario aparte porque no vale la pena.
La verán, se reirán porque, por supuesto, tiene situaciones hilarantes y alguno que otro chiste eficaz, pero no es lo mismo ni es igual: es Turner sin el talento del imitador.
FICHA
La Cena de los idiotas
(Dinner for the schmucks)
Dirección: Jay Roach
Guión: David Guion, Michael
Handelman, basados en
original de Francis Weber
Fotografía: Jim Renault
Musicalización: Thedore
Shapiro
Intérpretes: Steve
Carrell, Paul Rudd, Zach
Galifianakis, Bruce
Greenwood, Jermaine
Clement, Stephanie Szostak,
Lucy Punch.
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